Si la flor y la abeja no se ayudaran mutuamente no existiría la vida, ya que sin la flor la abeja no podría polinizar, por lo tanto no habría comida. Si bien es cierto hay otros polinizadores como las mariposas, colibríes, murciélagos nectarívoros que al consumir néctar mueven el polen de una flor a otra asistiendo a su reproducción y siguiendo el círculo virtuoso a la formación de frutos.
Las abejas equilibran la ecología, favorecen eficazmente los ecosistemas, son parte fundamental de la cadena alimenticia y producen el milagro de la dulzura, la miel natural, éste proceso es tan asombroso que se han escrito libros al respecto; para simplificar y explicarlo podemos decir que cuando las abejas absorben con su lengua el néctar de las flores que visitan lo introducen en la colmena donde se lo entregan a las obreras que están cerca de la entrada. En el interior se ponen a trabajar para transformar el néctar en miel, ya que para hacerla, es necesario bajar la humedad de un 60% a un 18% que tiene la miel cuando las obreras lo colocan en las celdillas hexagonales que tiene el panal. El proceso dura días, dependiendo en gran medida de dos factores: la humedad y la temperatura ambiental.
Cuando la miel está lista para ser guardada sellan las celdillas con cera y es la señal que el trabajo está listo.