Hombre de la cantera, está hecho de piedra y de corazón blando

Jorge Horta, cantero, hombre de mirada firme, pero serena y de una fortaleza física y mental admirable que indiscutiblemente es notable para un hombre que bordea los 70 años. Las buenas historias se fundan en las personas, son ellas las que construyen con testimonio vivo su presente y su futuro. La historia de Don Jorge Horta nos enseña, inspira, porque él ha construido su vida en el Amor a su trabajo y ha cosechado los frutos de la constancia y el sacrificio.

Un poco más de 600 familias de las Canteras de Colina se declaran descendientes de los canteros originales, de ellos han heredado su empuje, y el coraje suficiente para ser auténticos representantes de esa vieja escuela que los enorgullece. Se declaró Monumento Nacional en categoría Zona Típica o Pintoresca al «Pueblo de Las Canteras», mientras que los sectores de Cerro Pan de Azúcar y Pedregal como Monumento Histórico. Las primeras familias se instalaron a los pies del cerro Pan de Azúcar en el año 1884 y hacia 1900 y 1917 se masificó el uso de la piedra como adoquines para las calles de Santiago.

Hoy en día el cemento y el asfalto son la materia prima para la construcción de calles pero el crecimiento inmobiliario hace que el adoquín sea muy cotizado y hasta imprescindible en cualquier condominio que se construye en Chicureo y alrededores; el trabajo de Los Canteros hoy en día es tan necesario como admirable.

No hay duda que Las Canteras es un pueblo típico, se nota a primeras;  la gente que allí produce es amable y única, los jóvenes han heredado virtudes tales como el respeto a su historia, consideración a la familia y el sacrificio como único camino hacia la prosperidad.

Seis días a la semana Don Jorge sube el cerro a su quehacer, a doblegar con cincel en mano a cuanta roca se ha topado por largos años; en el cerro trabaja, come, descansa y recuerda, porque si hay algo que también nos sorprende es oír sus historias de vida, sus afanes, sus sueños.

Desde los 15 años él empezó a trabajar en la piedra, se las sabe por libros, como muchos de los canteros de la vieja escuela, y por ese ejemplo es que muchos jóvenes de ésta zona trabajan y aprenden del oficio en los talleres y también en el cerro, sin dejar los estudios, sin apartarse de la buena enseñanza y ese complemento más la educación de la familias hace que ellos sean diferentes a cualquier otro joven. Los niños y jóvenes de Las Canteras han sido criados a la antigua, nos afirma con vehemencia Don Jorge, el respeto a sus mayores, la obediencia a los padres y el respeto a los ancianos harán de ellos personas de bien, nos dice.

 

El basalto gris que se encuentra en las Canteras es la materia prima por excelencia que usa Don Jorge Horta para producir, en los faldeos del Pan de Azúcar es donde somete a la roca con sus manos fuertes, él quebranta la piedra para hacer adoquines.

Elegir las herramientas antes de empezar con las labores es lo primero, combo, cinceles y cuñas es lo que Don Jorge selecciona con sapiencia.

Estudiar la roca, saber como golpear y en donde, es fundamental, el cincel hace lo primero y después la cuña deja todo listo para que don Jorge con certeza quiebre cualquier roca.

El orgullo de someter a la roca es patrimonio de sólo unos pocos, ellos son Los Canteros.

En el cerro Pedregal y en el Pan de Azúcar no sólo se respira aire puro, el sonido del silencio hace de éste lugar algo místico, misterioso y por ende único, es un privilegio estar acá, conocer parte de la historia de Las Canteras, conocer a Don Jorge Horta quién representa a muchos de los hombres que hacen merecidamente de su trabajo valores como la virtud y el esfuerzo. Hay lugares que cuentan  historias, hay hombres que cuentan vida, Don Jorge dice que trabajará hasta su último día, sólo la mano invisible de Dios le dirá, «hasta aquí llegarás» en algún momento, pero mientras tenga la salud que se le envía desde lo alto seguirá subiendo diariamente el cerro que sólo los canteros conocen. 

Las Canteras, zona típica y declarada, la gente de allí es gentil y esforzada, sólo una avenida tiene, pero mucha gente la sostiene con sus manos; por las noches se ilumina por las luces que salen de las ventanas y por el día resplandece por las piedras bien trabajadas. 

Mil y una historias se viven a diario en los faldeos de Las Canteras, cientos de hombres y mujeres lograron a punta de esfuerzo que se reconociera este lugar y usaron sólo tres herramientas; manos firmes, acero y un corazón blando. /Wos

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