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Pie de Limón – Revista Wos

Pie de Limón

Creo que la definición de felicidad es tan subjetiva como irracional y es por eso que escudriñar el concepto es a veces irrelevante, inconducente; la línea recta del tiempo no tiene paradas ni estaciones, no da vuelta atrás y es lo que hace que tomemos a prisa y con vehemencia lo que en el camino buenamente encontramos.

Si bien es cierto mi vida es la resultante de una receta que inconscientemente preparo una y otra vez, no dejo de pensar que pasaría si un día dejara de ser rutinaria y a veces latera; cada noche antes de dormir apago la luz casi siempre a la misma hora, pongo mi vaso con agua en el velador, la alarma del reloj a las 06:00 y mi ropa bien planchada en el respaldo de la silla, los calcetines rigurosamente elegidos de acuerdo a la simetría de los zapatos y el afán que me impondrá el nuevo día; literalmente mi vida es fome, es más entretenido escuchar el pronóstico del tiempo que alguna aventura mía, lo sé pero es lo que hay. Despertar con el rebuscado tono de alarma del reloj que me anuncia que otro día a llegado, levantarme con la rapidez de un de un atleta ya que siempre me retraso a mi cita de cada mañana antes de ir a trabajar, después de la ritual ducha y enjuague clínico dental bajo raudamente al lobby del edificio donde vivo, le doy un buenos días al conserje que siempre me saluda con indisimulado optimismo, no sé si clonarlo o exportarlo a otro edificio, pero bueno él me agrada mucho porque siempre me entrega con prontitud la correspondencia y fue el primero que me avisó que el retiro del 10% estaba listo, buenas noticias, buenos días.

A la salida del edificio siempre los mismos personajes, todos amables eso sí, como el joven que limpia los números de bronce que señalan el edificio, el señor del jardín que siempre llega muy temprano a sus quehaceres y mi buen amigo del quiosco de la esquina que siempre sabe lo que quiero cada mañana, el diario y el Dentine, como pueden ver hay más adrenalina que en la película Matrix.

En mi ida a mi fuente laboral, por cierto, soy analista de sistemas, ¡wow!  ¡Pero que espectacular empleo tengo!  Siempre leo algo de noticias de mi diario favorito, me concentro en alguna crónica y me desconcentro cuando la chica en off me dice que ya llegué donde quería, mi tren subterráneo favorito, mi vida típica. Saliendo de la estación raudamente me dirijo a mi cafetería de ensueño, ya son casi las 7:20 de la mañana, entro y busco mi mesa que siempre me espera y ordeno mi café Macciato doble con un trozo intransferible de Pie de Limón, esta es mi cita de todos los días, de lunes a viernes a la misma hora y en el mismo lugar. Siempre ordeno lo mismo todo el tiempo acá en la cafetería, ya me conocen si hasta en bambalinas me llaman el Señor Pie, eso me agrada, es cool.

No crean que no me gustan otras cosas dulces, adoro la torta de hojarascas, el pan navideño me lo devoro, las galletas de avena me ayudan a pensar y concentrarme y el panqueque celestino debiera ser postre nacional; pero de los favoritos me quedo con este manjar del Olimpo, el Pie de Limón, la crocancia de la masa es fundamental y el equilibrio del limón, el azúcar y la leche condensada hacen que la corona de merengue en su punto exacto hagan de este menester una obra maestra que debiera agregarse a la pirámide alimenticia, voto por eso y debiera estar en la nueva Constitución, así de convencido estoy.

Luego de este desayuno de campeones me levanto de la mesa y con entusiasmo pido mi cuenta a la joven mesera que es muy amable con todo el que llega, siempre está sonriendo y tiene tiempo hasta de contar historias a los clientes, con su cabello pelirrojo y sus pecas se parece a “Ann with an E”, creo que son hermanas o mejor dicho amigas ya que Ann era huérfana, entonces me entrega mi cuenta y con la misma frase de todos los días, “lo esperamos mañana”.

La primera Ley de Newton nos dice que un objeto o cuerpo cambiará de dirección cuando otra fuerza lo desvíe, ya que por sí solo no puede cambiar de su estado inicial ya sea en reposo o en movimiento. Con esta maravilla que nos muestra el señor Newton comienzan los cambios en mi vida que nunca estuvieron en la bitácora, es increíble que nadie está exento de la física aplicada ya que no solo somos carne y sangre, sino también energía.

En una de esas clásicas mañanas de mis días en este planeta bajando a primeras horas a mis afanes llamo la atención que no estuviese en el lobby mi conserje favorito, había un joven con acento extranjero que intentaba ordenar la correspondencia en los casilleros, me acerque a él para preguntar dónde estaba el conserje titular a lo cual respondió amablemente diciendo que estaba en cuarentena preventiva y él era el reemplazo por los siguientes 15 días, preguntó mi nombre y entregó mi correspondencia, ya en la cafetería me dispuse a revisarla a lo cual grande fue mi sorpresa al ver tres cartas que en el remitente decían Luisa Durán, obviamente yo era el destinatario, José Miguel Valdés y por cierto no conocía a nadie llamada Luisa pero eran mis cartas y decidí revisarlas. Una de ellas tenía un enigmático escrito que decía:

“ José Miguel, te extraño mucho y los niños también, sabes que te amo, te amamos, y es terrible que estemos distanciados; era necesario todo esto, de que sirve amarte si no estamos juntos, los niños siempre preguntan por ti, yo les miento diciendo que estás trabajando lejos pero que volverás pronto, no quiero mentirles más pero no puedo decirles lo doloroso que es a veces decir la verdad para no herir, volvamos a estar juntos otra vez como antes, contéstame esta carta ya que no contestas el teléfono, te necesitamos en casa pronto.  Luisa”

La segunda carta era de similar contenido, aunque la tercera y más reciente llamo más mi atención e hizo que cuestionara mi razón y mi bien cuidado escepticismo; esta empezaba muy similar a las otras, pero ya en contexto y en detalles asombrosos hizo erizar todo mi cabello; así decía:

“José Miguel mi Amor, no me cansaré decirte que te amo y que los niños lloran tu ausencia, tu presencia en casa es necesaria y me duele saber que no contestes mis cartas, sabes que no me atrevo a tocar la puerta donde vives porque el solo hecho que me rechaces al verme me derrumbaría por completo y es por eso que ya ni te llamo a tu teléfono, solo dejo cartas para ti con el conserje y luego me voy entre sollozos. Se acerca el verano y nuestros planes de ir a nuestra casita en la playa de Tongoy y disfrutar junto a los niños ya no podrán ser; amas esa playa te acuerdas, un día dijiste que detendrías el tiempo para que el verano fuera eterno y viviéramos todos los días un día allí; adoraba verte bebiendo café de muy temprano y con tus pies en la arena mirando ese hipnótico mar, eras el primer cliente del mercado que cada mañana compraba esos ostiones que preparábamos de mil maneras, un “vino helado y ostiones es la vida misma” decías;  acaso todo eso quedó en el pasado para no volver jamás? ¿Acaso el olvido es mi destino? Amándote siempre, Luisa”

Medio tembloroso bebí mi café y al leer una y otra vez aquellas cartas más me asombraba con similitudes y coincidencias que ponían en jaque a mi razón; cartas que estaban dirigidas a mi nombre y apellido podría ser fruto del error de alguien, pero que también esté detallado el número de departamento, por cierto el 707 es el número donde vivo; me hizo divagar y no llegar a una lógica conclusión y más cuando en la tercera carta señalaban a Tongoy que coincidentemente es mi lugar favorito para vacacionar, beber café en la playa por las mañanas es mi deporte favorito y para que hablar de los ostiones y un Chardonnay bien helado al almuerzo; clarísimo estoy que cuando todos los veranos estoy disfrutando de azul mar y sus blancas arenas, siempre digo, “aquí viviría para siempre, en Tongoy”; pensé en una broma pesada de alguien, tal vez amigos, pero me acordé que tengo muy pocos y están muy ocupados como para hacer bromas de mal gusto, eso creo.

La solución la tiene el conserje, pensé, así es que llamé al edificio y le hablé del asunto al cual con vehemencia me aclaró que no había dudas que las cartas eran para mí ya que hacia minutos que una mujer joven le había entregado otra carta para “José Miguel Valdés, Depto. 707”, eso me dejó estupefacto y me hizo divagar nuevamente. ¿Cómo es posible tanta coincidencia o que broma tétrica estoy viviendo? me dije a mi mismo.

A las 7:45 aun no terminaba mi café cuando se acercó la mesera, la señorita” Ann” y al verme pensativo preguntó que me pasaba y sin dudarlo le conté sobre el asunto a lo cual sorprendida me comentó entre risas que, si no consideraba yo que estuviese viviendo una realidad alterna, estar varado en un universo paralelo o simplemente amnesia paternal ya que algunos hombres olvidan que tienen hijos o esposa; con convicción prusiana le aclaré que si tuviera hijo y esposa jamás los dejaría y que los universos paralelos son solo teoría, a lo cual con más convicción me respondió: “considera lo que tus ojos no ven”

¿Ya raudo a mi trabajo reflexioné en la teoría de la señorita Ann y me contacté con el señor Google y le pregunté sobre el asunto, innumerables respuestas tuve, que hasta el señor Salfate salió a la palestra con una clase magistral sobre realidades alternas, agujeros negros y anomalías en la Matrix, si así fuera entonces estoy viviendo una irrealidad o más complicado aún estoy en medio de una anomalía espacio-tiempo, que locura no?

Ante un conflicto de razonamiento la solución más fácil siempre es la más correcta por eso admití que tal vez sufría de amnesia temporal o algo parecido, llamé a mis padres y le comenté si no tenía hijos o esposa olvidada por alguna parte producto de un golpe a la cabeza, un accidente o algo por el estilo; ellos con énfasis me respondieron que si estaba ebrio o drogado y que me dejara de joder con ese tipo de sandeces; bueno, pregunta estúpida, respuesta acotada.

Descartando entonces al señor Salfate y a doña Amnesia decidí ir más allá, responder las cartas despejaría toda duda, descubriría si es toda una broma la que me están haciendo o simplemente se equivocaron de destinatario, conté las horas y minutos para después del trabajo llegar al edificio y pedirle al conserje la cuarta carta y así empezar a resolver este puzle de una vez por todas.

Apenas puse los pies en el lobby del edificio el conserje alzó su mano llamándome, saludé con amabilidad inglesa y con aplomo le pedí detalles de cómo era la mujer que traía la carta; como buen conserje me la describió como alguien de unos 23 a24 años, de 1.75 de altura, pelo castaño, tez blanca y bello color de ojos, además de voz suave y pausada al hablar, eso sí con tono triste, resaltó; además de estar vestida sobria, pero con buen gusto, no encontró nada extraño o singular. Di las gracias al conserje que más parece mayordomo y corrí al ascensor para luego en mi departamento abrir esa cuarta carta que cambió todo mi día dado que esta vez no solo estaba el texto sino también una fotografía donde aparecían dos niños y ella, Luisa. Con indisimulada ansiedad empecé a leer la carta que decía:

“Mi Amor, te mando esta foto que nos tomaste hace dos meses en el Parque Bustamante junto a los juegos de niños, fue un día genial, me acuerdo perfectamente que tomaste muchas fotos a los niños y a mí, pero esta es la que más adoro porque la tomaste junto al Gran Árbol en donde fue nuestra primera cita hace seis años. Quiero que tengas la foto junto a ti siempre, yo tengo una copia de ella y la llevo a todas partes. No me olvides porque yo no te olvido.  Tuya, Luisa”

Un nudo en la garganta comprimió por unos segundos mi respiración e hizo que se confrontaran mi corazón con la fría razón de la que siempre doy por ganadora; ¿Es posible lo imposible, acaso en esta línea recta temporal no se puede uno topar con lo improbable, lo invisiblemente cierto?, lo digo porque para mí caminar por el Parque Bustamante siempre ha sido algo relajante, sentarme en una de sus bancas y permanecer ahí por mucho rato es uno de mis pasatiempos, ahora le veo el misterio a eso, a todo en realidad.

Luego de un rato y reflexionando sobre lo que estaba viviendo me levanté de improviso de mi sofá, tomé lápiz y papel y decidí escribir una carta a Luisa para decirle que estaba dispuesto a encontrarme con ella acá en el edificio y que la esperaría en el edificio, así que llame al conserje y le di instrucciones para que cuando ella viniese me avisara para bajar al lobby, junto con eso llamé a mi trabajo y le solicité al gerente de personal me otorgara 5 días de mis vacaciones pues tenía asuntos particulares que resolver sin demora, accedió de inmediato ya que soy un buen empleado con buenas evaluaciones todo el tiempo.

Fue un día martes cuando comenzó el epilogo de esta historia y ese día comenzaron decenas de preguntas en mi mente; que haría, que diría cuando ella estuviese frente a mí, como era posible que una persona pragmática como yo accediese a tomar decisiones irracionales, refutables desde cualquier punto de vista medianamente inteligente y que a sabiendas de esto aún persistiese.

Llegó el atardecer de ese día y lentamente la ciudad se iluminó vistiéndose de dorado, el sol tomó su rumbo en el horizonte y entregó su poder a las luces de neón y a los ríos de luz que brotan desde las avenidas, entonces acomodé el sofá en el balcón e inútilmente me puse a contar las primeras estrellas que se asomaron en el ocaso, inútilmente escudriñé el reflejo metálico de la luna que nos ha embobado por siglos.

La noche avanzó con inusual lentitud, al menos así lo asimilaba el convidado de piedra llamado Insomnio que cuando llegó la parte más oscura de la noche justo antes del amanecer me abandonó dándome una pequeña tregua dejándome dormir al menos unas 2 horas antes que sonara la alarma del reloj a las 7:00 de la mañana.

Ducha fría y café para estar lucido fueron mi afán esa mañana, dentro de mí la ansiedad me consumía y un presentimiento que me decía que todo se relevaría hizo que desayunase con ganas y con curioso optimismo luego volví a mi sofá para esperar la llamada del conserje. En una de mis idas y venidas a la cafetera de pronto sonó el citófono, era el conserje que me avisaba que en el lobby estaba ella, Luisa; corrí al ascensor y con indisimulada ansiedad marqué el piso 1, me temblaban las manos y las palpitaciones del corazón se disparaban como fuegos de artificio y hasta mis rodillas me traicionaban; apenas se abrió la puerta del ascensor en el primer piso mis ojos se clavaron en el mesón del conserje en donde efectivamente estaba Luisa, la reconocí porque memoricé su rostro al mirar una y otra vez la fotografía de la última carta; caminé al mesón y me acerqué a ella, toqué con suavidad su hombro y justo al dar la vuelta ella interrumpió el conserje pidiéndome disculpas por haberme entregado las cartas equivocadamente y dado que él era el conserje de reemplazo se confundió y más aún cuando recién ahora descubría que había otra persona con mis nombres y apellido, yo José Miguel Valdés y alguien también llamado José Miguel Valdés, los dos viviendo en el departamento 707; entonces me aclaró donde estaba el error, hay un departamento 707 y un departamento 707 B y la señorita que estaba frente a nosotros, Luisa, cuando dejo las cartas omitió sin querer la letra “B” cuando escribió la dirección en el sobre, además no escribió el segundo apellido, el mío es Gálvez, el de la otra persona es Salas; el edificio tiene 2 alas donde se repiten los números solo que se diferencian por la letra “B”, he allí el meollo del asunto. Yo sorprendido y con voz entrecortada solo atiné a decirle a Luisa que le entregaría sus cartas y me disculpé por abrirlas, ella apenada me disculpó, solo que la entristecía el hecho de saber que el verdadero José Miguel no quería verla, entonces como un improvisado Celestino le aconsejé que todo se puede resolver conversando y que si aún hay amor no hay nada perdido así que no dude en correr al departamento y bajar con las cartas para llevarlas personalmente al verdadero José Miguel y convencerlo de bajar al lobby y terminar con el sufrimiento de Luisa. Solo bastaron unos cuantos minutos y ya estaba en el 707 B, toqué el timbre y ceñí mis pantalones y en menos de 10 segundos abrió la puerta mi tocayo desconocido, le expliqué todos los pormenores de esta equivocación y casi suplicando le pedí que viera a Luisa, que lo estaba esperando en el lobby y le insistí que si aún la quería se dieran una oportunidad y que se perdonaran por estar separados; él sorprendido al escuchar mis palabras tomó las llaves del departamento y no dudó en bajar conmigo al lobby, al llegar corrió hacia ella y la abrazó, lloraron como niños, los ojos de ella brillaban  como estrellas, a él no le importó estar con pijamas y descalzo, yo solo atiné a sentarme en uno de los sillones del lobby y mirar la escena épica que estaba frente a mis ojos, y no exagero al decirlo porque se requiere coraje para perdonar,  para amar y ellos eran la prueba de que el Amor sí es observable y trascendental en todo. Como un héroe anónimo, así me sentía, salí sigilosamente del edificio y me mandé cambiar a mi refugio, mi cafetería, al llegar me esperaba la señorita Ann, diciéndome que llegaba tarde a lo que respondí que estaba con mini vacaciones y tenía todo el tiempo del mundo, con una sonrisa me dijo: “lo mismo de siempre?” con agrado le asentí y en minutos llegó a mi mesa mi café y mi dulce tentación; Ann me vio medio apenado, medio melancólico, esas fueron sus palabras, entonces ni demoré en contar todo lo que me había ocurrido, ella se sentó a mi lado y escucho todo el relato y al final con los ojos vidriosos y casi a punto de derramar una lágrima le apenaba saber que yo me había ilusionado por lo cual le repliqué que no es malo ilusionarse, es parte del bálsamo que necesita el alma es nuestra necesidad como seres humanos y así lo había descubierto yo en esos días.

Ese desayuno se alargó un poco más de la cuenta lo que me ayudó a reconsiderar ciertos aspectos que antes me parecían lastre en el intelecto y me desviaban de los razonables pragmatismos; ahora sentado acá en la cafetería, mi refugio estelar, me replanteo, me ubico en el sano camino. La señorita Ann me definió como un iluso, y claro, quién no lo es, nos conmueven las estrellas con su fulgor aun sabiendo que miles de ellas ya no existen y que su luz es solo ilusión óptica, pero eso no importa porque agrada más la ilusión de creer que el firmamento es imperecedero; la luna es piedra fría y sin vida pero nos ilusiona verla brillar sabiendo que el sol es el que le presta luz; abogamos siempre por tener los pies en la tierra pero ni nos demoramos en contarle cuentos a los niños antes de dormir aun sabiendo que son solo fantasía, ilusión; estos y muchos argumentos me convencen definitivamente que soy más que materia gris, si me lo propongo puedo ser luz y creer firmemente que no solo de pan vivo sino también de Pie de Limón

@Crocantt

Por: Dantroy